La haces bien, y aunque te hierva la sangre te encadenas para no
llamar. ¿Cómo haces? Conozco todos tus trucos, pero aún así
me das que pensar. Te guardas el orgullo donde nadie pueda
dudar de que lo tenés. Y así vas, sin perder el objetivo, pidiendo dos
cuando querés tres. Ya estoy bien, ya me ordené en mi
desorden, y aquellas voces no me hablan más.
Por favor, mentime y dame la espalda, otra vez no
quiero patinar. ¿Qué esperás? Mostrame todas las cartas, a cara
de perro no sé jugar. Me endulzás, el ego siendo sincera,
dale un poco y te va a pedir más. Lo sabés, no hay arma más
seductora, que contestar siempre la verdad. Siempre
estás, del otro lado del muro de los lamentos que me contás.