Siempre tuve un defecto, no sé decir que no. Como una
idiota fui con el moño en la cabeza. Salimos de aquella histeria
hacia otro lugar huyendo de los colmillos de la soledad.
Fue ahí que comprobé que siempre puede haber algo peor, fue así
que comprobé que la angustia es prima de la desesperación y que
a veces, tal vez, estar sola es mejor y que al cielo no se llega
nunca de a dos. No existe peor remedio que la enfermedad. Fin
del turno, lo molesto señor, a este animal nocturno la mañana lo
encontró al huir sin hígado, sin pecho y sin amor.

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